LOS "LUCE-CORBATAS"

A eso de las 11 a.m. los lucecorbatas salen de sus madrigueras y plagan la ciudad. Es la hora del almuerzo.

En esta cafetería al aire libre "lucha" una camarera con un cliente. Ella ofrece donuts, cruasán... bollería fina. Él a cada propuesta pregunta el precio (el de la camarera no, el del desayuno, se sobreentiende). Su apariencia y su acento me hacen sospechar que viene de lejos y con el cinturón bien ajustado. Tanto aprieta la cuenta corriente que el forastero pregunta si cuesta lo mismo el cruasán normal y el cruasán a la plancha.

Los lucecorbatas no preguntan estas banalidades. Se pelean, con la boca pequeña, por pagar el desayuno de la tertulia. No escatiman en el Corte Inglés pero sí en el bar de siempre.

Lucen sus trajes al compás del maletín de cuero, con miradas apagadas que piden auxilio. Sus ojos miran sin ver. Están absortos en la reunión de las 9 a.m. en la que su jefe, siempre lo tienen, les ha montado un buen número por tal o aquella operación que no se cerró. Están absortos en la comida de las 14 p.m. donde tienen otra transacción que cerrar si no quieren enfrentarse a la bestia nuevamente.

Al jefe ya se le pasó. Su preocupación ahora es mirar las piernas de la Secretaria que van directamente al paraíso.

Por cierto, no sé por qué pero todos lucen barriga, no tripa. Demasiadas cervezas y escasos sentimientos.

Con su chaqueta arrugada azul marino doblan el periódico. Siempre con la cabecera bien visible para que sepan lo "zapatero" o lo "rajoy" que se sienten.

Son casi las 12 a.m. Los lucecorbatas huyen de nuevo a sus madrigueras. Sus teléfonos arden buscando coberturas y sus secretarias preparan la reunión. Es la hora de vender humo a buen precio para poder seguir comprando corbatas. Una jornada agotadora.

Me pregunto qué será del negociador de cruasán a la plancha. Quizá no tenga dinero para corbatas pero seguro que habrá saboreado el desayuno... No se cambiaría por nada del mundo. Sus sueños y sus principios cotizan mejor que los lucecorbatas.