26 noviembre, 2007


Trenes fríos

Pocas cosas me impresionan tanto como las estaciones de tren. Lugar de despedidas, lugar de encuentros. Cuántas lágrimas no habrán sido derramadas sobre andenes y raíles...

Se me encoge el alma cada vez que veo la despedida de una pareja de enamorados; se envuelven en abrazos y ultiman sus últimos besos. Ambos quedan rotos mientras el tren parte a un lugar infinito. Curiosamente siempre hace frío.
También puede verse a la familia que despide a su hijo y a cuya madre le es arrancada una parte de ella, mientras el padre trata de ser fuerte. No suele aguantar mucho tiempo y su rostro le delata. El hermano pequeño simplemente observa.

Ese tiempo en la estación no suele durar mucho, es efímero pero intenso. Siempre acabas pensando la misma frase, aquello de que uno no valora lo que tiene hasta que lo pierde.

Aunque no sólo hay trenes que marchan. También los hay que vuelven. Es entonces cuando uno está esperando la reacción de aquellos que esperan tu llegada; aunque tal vez no haya nadie y no puedas eliminar esa incómoda soledad que te comerá por dentro. Lo verdaderamente bonito es ir acompañado de alguien que un día dejó escondida una sonrisa al partir con el fin de recogerla juntos al regresar...

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