06 enero, 2009



En el norte de Gaza no tiraron caramelos, tiraron balas; en el norte de Gaza no hubo fuegos artificiales, hubo bombas; en el norte de Gaza no hubo cabalgata de reyes magos, hubo incursión de las tropas israelíes. En el norte de Gaza no hubo sonrisas, hubo lágrimas. La vida se enciende en algunos lugares; se apaga en otros.



Después de la cabalgata de Sus Majestades de Oriente, de ver a niños con la boca abierta con el paso de Baltasar y de padres y madres con la misma mirada de ilusión que los propios hijos, por verlos a ellos de esa forma. Después de toneladas de caramelos, gominolas y flashes de cámara. Después de gritos, de confeti y de gominolas. Después de la música vino el silencio.


En una cervecería llena hasta la bandera, entre cerveza y gambas frescas, la televisión me hizo caer. No se escuchaba ninguna crónica, tan sólo imagen. El mute se instaló en mí y muchos apartaron la mirada. Si la noticia hubiera sido los goles del Real Madrid o el resumen del F.C. Barcelona muchos habrían golpeado el hombro de sus amigos: "no te pierdas el golazo de Robben". Pero no había fútbol en la pantalla ni tetas sin paraíso. Sólo muertos.

"Mira la televisión, otro tipo de cabalgata de reyes", dije en voz alta. A mi alrededor miraron rápidamente al televisor y contemplaron helicópteros y fuegos artificiales. Metralla de otro tipo. Apenas segundos después nadie quiso seguir viendo la escena e instintivamente cambiaron de conversación. El mecanismo de autodefensa actuó puntualmente. Pocos querían sentirse culpables. Yo aguanté el tipo y seguí viendo los M-16 que están acabando con la vida de centenares de personas.

Cuando la imagen es pura y ningún periodista hace la crónica, la noticia es más impactante todavía. El ruido de la cervecería hacía que el bombardeo de Israel fuera silencioso. Entonces entendí por qué han atacado brutalmente a Palestina. Los mandatarios israelíes saben que su holocausto personal hacia los palestinos sólo tiene dos barreras: EE. UU y Europa. Los primeros están de mudanza hasta el próximo 20 de enero en que será nombrado Obama; los segundos están celebrando las navidades y los europeos no saldrán demasiado a la calle porque están comprando los regalos navideños. Ahora es el preciso momento de aniquilar al pueblo árabe. Y qué mejor manera que llevar a cabo una incursión (no se atreven a llamarlo guerra) en nombre de la paz futura y para derrotar a Hamás, una organización terrorista.

Esta historia va a salir cara en el futuro. La Comunidad Internacional está permitiendo la revancha y la guerra de los que ayer perdieron contra la Alemania de Hitler. Es inútil que Zapatero, "desde la amistad con Israel" rechace la guerra de los israelíes en una rueda de prensa; es inútil que Sarkozy se haga la foto con el líder israelí; es inútil que en la Casa Blanca se hayan quedado mudos. La Unión Europea o la ONU es absolutamente inútil.

Si desearan la paz, si no les interesara cada bala y cada bomba que se lanza sobre Palestina, 'amenazarían' a Israel con su rechazo más absoluto y con su condena firme a los actos de barbarie por la masacre que están cometiendo en su gran operación. No se puede dejar impune a aquellos que infringen las normas. No me sirve que lo tachen de acción defensiva en lugar de acción ofensiva. La única manera de parar la metralla es exigiendo, a ambas partes, el cese absoluto de las hostilidades. Y aquél que las incumpla que sea castigado aislándolo de la Comunidad Internacional cívica. Israel tiene derecho a un territorio y Palestina tiene derecho a un territorio. Ni uno ni otro tiene derecho a usar la violencia.

No se pueden poner más parches al conflicto. Hay que poner en práctica soluciones para la guerra entre judíos y palestinos, para arreglar el Sáhara, para mejorar la situación de Irak y Afganistán. Basta ya de declaraciones formales y reuniones protocolarias. Y el que no sirva para esto que abandone inmediatamente la política.

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