01 diciembre, 2008

Fotografía Carlos Felipe
A un Metro de ti

La nieve se posa sobre Madrid. Entró el invierno y yo tuve que salir de aquí. No aguantaba más. Cuanto más bonita está más canalla me parece. Algún día me vengaré de ti y vendré con ella para que sientas los mismos celos que servidor tiene cuando pasea por tu Gran Vía, encendida de adornos navideños, y plagada de puestos de castaña. El frío me encoge el corazón y me desespera no poder encontrar ése calor de abrigo y de abrazo que uno necesita cuando ve a una pareja besándose delante del semáforo de Plaza de España.


El ruido de la multitud rompe mis tímpanos y me hace desaparecer entre las mareas de gente que navegan perdidos, como yo, en una ciudad en la que cada boca de Metro es un lugar nuevo por descubrir. Ya bajo tierra es otro cantar. En cada escalón que te sumerge debajo de Madrid notas como alguien baja progresivamente el volumen de la muchedumbre hasta dejarlo en mute. Sólo se escucha el andar del tren y los golpes de cada vagón entrando en la estacion. Los compañeros de viaje se apoyan en la pared. Nadie habla, todos observan.

El vaivén del tranvía subterráneo duerme a las pobres criaturas. Me detengo en el perfil de una mujer joven con muchos años. Viste el uniforme del supermercado y me pregunto cuántas horas habrá estado trabajando mientras algunos paseábamos 'intranquilos' por el centro. Su cuerpo está destrozado y todavía tiene que hacer una parada en un locutorio para hablar con los suyos. Mentirá y les dirá que todo 'anda sobre ruedas' tal y como ella mismo prometió en su última llamada. Fijará la fecha de encuentro para "lo antes posible" porque les "añora" con todo su corazón. No podrá hablar mucho más tiempo porque el teléfono gasta y su bolsillo quiere ahorra hasta el último céntimo. Y mañana volverá al tajo...

A su lado me encuentro una de ésas figuras tan comunes. Traje color marrón, luciendo zapatos impecables y corbata con nudo sencillamente perfecto. Seguramente nadie le enseñó pero se las arregló como pudo. Su pelo escasea y su colonia abunda. Entre sus brazos sujeta un periódico que cogió por la mañana y que prometió leer en casa esta misma noche. Nunca los lee, estoy seguro. Y está sentado justo al lado de nuestra amiga del supermercado. No me atrevo a decir quién envidia a quién. Él no podrá llamar a los suyos dentro de unos minutos; se quedó demasiado solo demasiado pronto.

Sales del agujero negro más cansado de como entraste. El Metro anestesia a cualquiera. Y pese a que han pasado varias horas de aquello, sigo pensando lo mismo. Cuanto más bonita está más canalla me parece. Algún día me vengaré de ti y vendré con ella para que sientas los mismos celos que servidor tiene cuando pasea por tu Gran Vía, encendida de adornos navideños, y plagada de puestos de castaña. He vuelto a ver a otra pareja parada delante de un semáforo.

1 comentario:

Álvaro Dorian Gray dijo...

Gracias por tus palabras compañero. Y gracias por ver que otros, en el Metro, sienten ese calor invernal, de olor a chocolate cuando llega a Sol, a silencios mañaneros y miradas cómplices, mientras leo un libro u ojeo aquel viejo poema.
Saludos y salud