31 octubre, 2008

 Liverpool desde dentro... (parte 1)

En un rincón con buena luz, de un Starbucks cualquiera, y apoyado en una mesa marrón coja de una pata me pongo a escribir...

Llueve en Liverpool, como casi siempre; puede que lo haga a primera hora o por la tarde. Siempre está lloviendo. Aquí la taza de café no la cogen por el asa y con su distinguido meñique estirado, como en las películas. Mejor rodearla con las manos y aprovechar el calor. El frío me recuerda a los días de invierno en zonas de montaña a la espera de los primeros copos de nieve.

El 'City-centre' no es nada nuevo. Una inmensa calle rodeada de tiendas es atrevesada por otras dos o tres también repletas de los mismos comercios que puedes ver en París, Madrid o Nueva York, pero con los rótulos en otro idioma. Los ingleses salen cargados de bolsas y van de un lado a otro sin quitar ojo a los escaparates. Cuando se acerca el fin de semana todavía hay más gente. Ésta convencional calle 'preciados' apenas te deja andar por la gran manada cargada de libras.

La gente se gana la vida como puede: un mimo disfrazado de capitán de barco lucha por mantener esa esquina que lleva habitando años; dos jóvenes presentan su última maqueta en riguroso directo y con un acústico que sospecho escuché el lunes, el martes, el miércoles...; un invidente se ha montado un pequeño escenario con cuatro altavoces de saldo y, con su perro guía, deleita al personal (en Inglaterra la gente se estira con los artistas que ponen el a la calle); varios voluntarios practican su 'please' perfecto para recoger donativos en pro del medio ambiente o para una asociación de recogida de animales; los puestos itinerantes de donuts y perritos caliente, 'fish and chips' y hamburguesas con cebolla se reparten cada diez o quince metros. Todos ponen el hilo musical y el olor de éste centro tan comercial que posee Liverpool bajo una fina lluvia y un frío que corta. Las bufandas y los guantes corren como la pólvora.

Aunque parezca mentira las luces de navidad ya están colgadas y en los escaparates de John Lewis ya lucen velas rojas y adornos navideños. Lo que no entiendo es por qué demonios aquí, en Inglaterra, no hay 'Corte Inglés': necesito saber si es o no navidad. Los taxis antiguos y los buses de dos plantas cercan el City-centre y haciendo su agosto, octubre, noviembre... particular. El Burger y el McDonalds compiten por ver quién se lleva el gato al agua. Aquí los menús son más pequeños y más caros pero se llenan igual.

Todo está plagado de 'sales' y descuentos para estudiantes. Pintas de cerveza para todos: Foster, Guinnes e incluso San Miguel, que donde va triunfa menos aquí, porque a mí me sabe diferente.

Sales de la zona de tiendas y justo encuentras el casco antiguo de la ciudad. En uno de los laterales hay numerosos museos con estructuras jónicas, románicas o como se hagan llamar, que te dejan helado. Maravillosos e imponentes. Absolutamente bonitos y sorprendentemente gratuitos. Aunque tengo que reconocer que a veces es preferible que te hagan pagar para que al menos puedas verlo. Los museos de Liverpool son, a mi juicio, más bonitos por fuera y en tu imaginación que en sus galerías. También es cierto que siempre entendí más de belleza que de arte y puede ser que no captara su esencia. Contaré la anécdota cuando en uno de estos museos encontré una de ésas estampas que te traes para tu país: en mitad de cuadros de pintura, observando las delicadas pinceladas del artista en cuestión, me vino un olor extraño a comida y café (esto es algo absolutamente normal en mitad de las calles de Liverpool porque siempre huele a comida). Giro mi cabeza y me topo, en mitad de la sala, un restaurante con gente comiendo. ¡En medio de un museo¡ Lo siento pero se me escapó una leve carcajada que me alegró el día. Insisto, el arte pasó por delante de mí y no se dejó atrapar; pero es complicado meterte en la realidad de un cuadro con olor fritanga en tu nariz. Incompatible diría yo. Tampoco me esforcé demasiado en la materia, lo confieso.

Se me ha enfriado el café; no importa porque me he calentado escribiendo. Eso sí: 3 libras a la basura...

La zona de museos es amplia e impone mucho: edificios imperiales que emulan otras épocas. Por cierto, muy cerca está mi escuela de inglés, que ya describiré en otro artículo.

Como decía, en otro de los laterales está el pasado de Liverpool y lo que motivó que hoy éste se haya convertido en una moderna ciudad: el puerto. Liverpool se debe a Albert Dock, que es como se llama. La actividad astillera de la ciudad hizo progresar a una zona olvidada de Reino Unido y la transformaron poco a poco haciéndola resurgir milagrosamente. En un imponente edificio hay dos aves (no sé qué tipo) en forma de estatua y atadas con cables. Cuenta la leyenda que cuando dichos animales se desprendan de las cuerdas la ciudad de Liverpool volará libre hacia el más allá y hará presente su futuro. En mi opinión está cerca éste momento porque Liverpool posee todos los elementos para ser una ciudad perfecta: una casco histórico de gran valor acompañado de la modernidad de centros comerciales y edificios de hoteles Hilton.

Desde Albert Dock tuvieron que emigrar millones de personas que se vieron obligados a hacer las américas en búsqueda de una prosperidad que llevarse a la boca. El puerto es inmenso con bellas vistas del río Merseyside que te llenan de sosiego y tranquilidad. Justo al lado se encuentra uno de los mitos de Liverpool, el museo de los Beatles. Te guste o no su música la magia te envuelve y deseas escuchar un disco de aquellos revolucionarios.

Aunque la verdadera zona Beatle está en pleno City-centre, con una calle llena de bares subterráneos que simulan los garitos en los que tocaban los Lenon y compañía. El mítico The Cavern conserva parte auténtica donde las niñas se derretían con el fuego de los Beatles. Por una libra puedes asistir todos los días a actuaciones en directo de jóvenes que recuerdan sus canciones y que 'cuelan' algunas suyas. Merece la pena. Sobre todo cuando una noche aparecen 4 jóvenes vestidos como los Beatles y se ponen a tocar sus mejores temas. Si no se te pone la piel de gallina con ésto nunca se te pondrá. Te pides una pinta de cerveza, o dos, y en un garito de mala muerte con las paredes llenas de pintadas de gente que "estuvo en Liverpool y se acordó de ti", te sumerges como el submarino amarillo.

Continúa...

1 comentario:

¡Puxa PALI, Puxa ASTURIES! dijo...

Me encantó Liverpool, además mi hotel estaba en Albert Dock ;-)