20 octubre, 2008

En el corazón de Liverpool: ¡ARIGATO AMIGOS!

¿Qué hacer cuando te encuentras en Manchester rodeado por 9 japoneses? - disfrutad...


'Mamoko' llegó el viernes a la casa donde estamos hospedados en Liverpool. Ella es japonesa, de Hiroshima concretamente, y llevaba poco tiempo viviendo en Manchester para aprender inglés. Ahora pasará dos meses en Liverpool en casa de 'Ian' para trabajar en una galería de arte. Y el domingo, antes de partir hacia Manchester para visitar más zonas del país, le preguntamos si le apetecía venir. Subimos los tres al tren desde la estación de Mossley Hill rumbo a Manchester Oxford Road en un trayecto de 45 minutos donde nos pusimos al día en un 'perfecto' inglés. Antes de llegar Momo, que es como la llamamos, nos dice que va a llamar a unos amigos que ella había hecho en Manchester para que nos enseñaran la ciudada y estar con ellos.

Manchester nos recibe con un gran edificio que tiene un lema poco conocido: Hilton, creo advertir. Debe de ser una cadena hotelera local o algo similar (no muy famosa, ja ja ja). La torre Beetham tiene más de 50 pisos y el hotel ocupa prácticamente los 23 pisos inferiores. Poca cosa. No llevo más de 10 minutos en la ciudad y compruebo que es una ciudad que pese a encontrarse a una hora escasa de Liverpool no se asemeja en nada. Los edificios en Manchester son más altos y las viviendas no son únicamente las viviendas con jardín y plaza de aparcamiento que podemos ver a diario en Liverpool. La arquitectura conjuga un gusto antiguo con aires modernos y que reflejan el pasado de una ciudad industrial que absorbe en la actualidad los grandes eventos que se producen en la zona. El City Centre de la ciudad está plagado de tiendas y de centros comerciales donde la gente mete sus compras caras en bolsas de cartón aprovechando las 'gangas' del cartel rojo. Ante la crisis, rebajas para todo el mundo.

Comemos en el McDonald´s y el ticket habla por sí mismo porque el mismo menú cuesta unos pen (o céntimos) más que en Liverpool, lo cual me hace sospechar que el nivel de vida en Manchester está ligeramente por encima. Y después, directos a conocer a los amigos de Momo.


Entramos en una cafetería donde nos encontramos con un grupo de 9 japoneses, los amigos de ella. Mi cara es un poema: nunca antes había hablado con gente tan exótica y tan oriental y me parecía que iba a ser una tarde especial, de las que se te graban en la memoria a fuego lento. Mis sospechas se confirmaron más tarde cuando comprobé que no eran gente normal sino absolutamente increíbles.


Sus nombres imposibles de recordar pero sus gestos y sus expresiones difícilmente podré olvidarlos. Gestos de admiración por cualquier cosa que les contabas y una pregunta a cada respuesta. En cada conversación, no sé por qué, daban ganas de darles un abrazo. Tenían gran curiosidad por conocer cosas de Liverpool, donde estamos viviendo, y de España, donde vivimos. Sorprendente la facilidad y la habilidad que demostraban con cada información y con cada cosa que le decíamos de nuestros pensamientos y de nuestra cultura. Les apetecía saber cómo se decían muchas cosas en español y, al enseñárselas y sin repetir dos veces, el acento perfecto que entonaban se asemejaba al de un madrileño castizo.


En la cafetería, al poco de llegar y de cumplir las presentaciones pertinentes, me pregunto lo extraño que es no verles con sofisticadas cámaras colgadas al cuello. Los prejuicios han hecho mucho daño a la humanidad. Al preguntarle al chico con el que voy le comento que seguro que las llevan en los anillos o en los gorros porque, ya se sabe, los japoneses siempre están a la última. En ése preciso momento una de las amigas de Momo saca una Sony de color rosa para apoyarla en la mesa, y le digo que su cámara es muy bonita. En décimas de segundo cada japonés desenfundó su propia cámara como si se tratara de un duelo del oeste en medio del desierto. Rodeado de cámaras, sorprendido y casi llorando de ver la situación empiezan a lanzarnos fotos como si fuéramos auténticos extraterrestres o de otra especie. Uno a uno, en grupo y de todas las maneras posibles fuimos retratados aproximadamente durante 3 ó 4 minutos. Ellos con una sonrisa de oreja a oreja como si tuvieran delante a un actor famoso de Hollywood o a un deportista internacional. Nosotros, contagiados por el increíble buen humor que desprendían, encantados de posar para nuestros amigos orientales. Efecticamente: los japonese llevaban sus cámaras bien guardadas. Aseguro que contabilicé más cámaras que personas.


Con las mismas nos fuimos con el flash a otra parte y empezamos a caminar por la zona céntrica de Manchester donde, aunque parezca mentira, más amigos japoneses nos iban a acompañar de paseo. Sin recordar un solo nombre se nos presentan otro par más: parece una excursión. Pero encantados de poder conocer a gente joven que siendo como tú y como yo tienen otra cultura, otra educación y otras costumbres radicalmente distintas a las nuestras. Si no salimos de casa corremos el riesgo de pensar que todos somos iguales y que nuestra forma de vida es válida para todos.


Durante el paseo hablamos de todo: estudios, experiencias, cultura, usos y costumbres... Ellos querían conocernos y nosotros conocerles. A pesar de vivir a varios miles de kilómetros podíamos charlar como lo hacemos con el vecino de casa o el compañero de trabajo. ¿Por qué siempre tendemos a pensar los occidentales que el resto del mundo son los que viven en países cerrados y que viven de forma rara? Ya es hora de saber que los buenos no siempre son los mismos y que a veces el feo es el que se lleva a la chica cañón de la película; fuera hay gente que merece la pena y de la que tenemos millones de cosas que aprender y millones de cosas para enseñar. Maldito el día que se inventaron las fronteras. Nos separaron y nos convirtieron en diferentes. Hace ya tiempo que no somos los buenos de la película en un mundo absolutamente disparatado; los Bushes y los aliados hemos contaminado muchas cosas.


Pocas veces he congeniado tanto con otras personas en tan poco tiempo. Sentido del humor fino, capacidad de expresión y de escuchar envidiables y un 'buen rollo' que exhalaba por doquier te hacían sentir una persona afortunada. Les explicamos la teoría del famoso 'hombre del mazo' (hammer-man) y se reían con nosotros y nosotros con ellos. Nunca imaginé poder estar con 10 japoneses hablando como si fueran mis amigos de toda la vida. Y qué curioso, ahora con los que no hablas es precisamente con ésos amigos de toda la vida. Pero eso es otro tema a parte.


Despues de caminar por varias zonas de Manchester, incluida China Town Manchester, nos acompañaron a la estación de tren para volver a Liverpool. Allí les explicamos a ellas la costumbre española de despedirse con dos besos a personas con las que has compartido algo. Tanto el compañero con el que iba como yo nos acercamos a dar los dos besos típicos de España y, ellas, con los ojos cerrados y poniendo cara de auténtico terror, recibieron los besos con auténtico pavor. En Japón eso es invadir su intimidad y no están preparados para estos 'excesos' que en España cometemos. Es tremendamente curioso como estemos absolutamente acostumbrados a este tipo de gestos en casa y que en otras zonas esto conlleve verdadero terror. No es ni mejor ni peor: es diferente. Uno acude a otro país con 20 kilos en la maleta y con equipaje de mano y no nos damos cuenta pero impregnados nos llevamos toda la historia de tu país y de tu cultura para comportarte según las mismas. El ser humano es algo excepcional.


Un día maravilloso. No visitamos Manchester sino que caminamos por Manchester al mismo tiempo que nos dimos una vuelta por Japón y por su cultura, sus gestos y su aroma exótico que bien merece una entrada en este blog. Aunque parezca una memez aquella tarde ha cambiado mi forma de ver la vida y el mundo. Nos enseñan de dónde venimos y algunos incluso osan en decirnos hacia dónde ir, la pena es que nadie se preocupa de lo que hay durante el camino y perdemos la perspectiva global que deberiamos tener muy presente para entender todo lo que sucede a diario en el New York Times o en el telediario matinal.


A todos ellos: arigato¡¡¡

1 comentario:

Álvaro Dorian Gray dijo...

Yo que trabajo con japonese (japos) es increible lo amables, educados y, también, cabezones y metódicos que son. Son algo cuadriculados y que, por lo menos los que yo conozco, cumplen extrictamente las órdenes de sus superiores. En la empresa les llamamos "alemanes de ojos rasgados".
Eso sí, cuando sales de fiesta con ellos es la monda...
saludos y salud