ISMAEL SERRANO:
“UNO SE ENFRENTA A CADA DISCO COMO SI FUERA EL PRIMERO”
Ismael Serrano llega siempre tarde a todas sus citas, así lo reconoce en una de sus muchas canciones, “Últimamente”, y así aparece en su productora, diez minutos más tarde de la hora fijada. Con sus recién cumplidos 31 años, pero con gesto estudiantil, se presenta, como si no lo conociéramos, estrechándonos la mano. Un apretón en toda regla y una mirada familiar. Voz ronca con sabor a tabaco y barba de dos días arreglada. Viste unos vaqueros y una sudadera con capucha que camufla una camiseta; en sus muñecas lleva pulseras que le recuerdan lugares y en su mano derecha un anillo que le recuerda a una persona, su mujer Alicia. Un look juvenil que te invita a tutearlo.
Ismael Serrano, un joven de Vallekas (con k como le gusta a él) que abandonó la carrera de Físicas en tercer curso, y que emprendió hace 10 años un viaje por la música que le ha llevado a su último trabajo “El viaje de Rosetta”, una recopilación de lo mejor de sus 6 discos. Un CD doble que encierra tanto una selección de su repertorio musical como una serie de colaboraciones y rarezas compartidas con otros artistas. Una persona comprometida con la canción de autor como arma cargada de futuro y que propone un uso terapéutico de la música. Sus letras, llenas de reivindicaciones sociales y de historias de amor y desamor evocan grandes voces como las de Serrat o Aute.
Contestando siempre con la mirada perdida en el infinito, y con las manos entrelazadas, usa muchas de las palabras y de las expresiones que están en sus discos, en sus canciones. Ismael Serrano es la huella de esos trabajos. Según él, temas como Vértigo o Ahora lo definen a la perfección.
Canciones con las que su público se siente muy identificado.
“Las canciones hablan de una cotidianidad compartida. Si algo define al cantautor es esa capacidad para encontrar cierta épica y poesía en pequeños actos cotidianos que no siempre vemos, pero que están ahí de forma muy clara. Pequeños fragmentos de poesía que pasan por nuestra vida tan rápido que no nos damos cuenta. Nos estamos desincronizando cada vez más con lo que pasa a nuestro alrededor y la canción de autor trata de solucionarlo creando vínculos muy estrechos entre la gente que la escucha”.
Sostiene que uno de los problemas que nuestra sociedad padece es la fugacidad del tiempo. “El tiempo suele devorar todo. La exigencia del trabajo está haciendo que perdamos cosas que son fundamentales para el trabajador. Desde el ocio hasta quedar con los colegas. El trabajo, apoyado por esa precariedad, es una espada de Democles sobre nuestra cabeza que nos exige más tiempo y más dedicación y trabajamos sin reparar en las condiciones en las que lo estamos haciendo; porque solo el hecho de trabajar se convierte en un privilegio”.
Ismael, “El viaje de Rosseta” ha sido su último trabajo. Una recopilación de los 10 años de su carrera musical, ¿qué ve Ismael cuando mira hacia atrás?
“Sobre todo lo que veo es que se han cumplido muchos sueños, que soy un privilegiado, porque tal y como están las cosas, tener 10 años de carrera y haber editado 6 discos me hace ser muy consciente, primero, de la deuda que tengo con toda la gente que escucha mi música, que me ha acompañado en cada viaje, y segundo del privilegio que tengo de vivir de la música como lo vengo haciendo. También sé el aprendizaje que han supuesto todos estos viajes que me han permitido conocer toda España, recorrer Latinoamérica, Argentina, México, Perú. Me han permitido conocer realidades, que no son tan diferentes porque existen muchos puntos en común, espacios en los que uno puede encontrar muchas canciones que finalmente sirven para entender que no estás solo, que yo creo que es para lo que sirve la música. Cuando uno se enfrenta a públicos diferentes y se da cuenta de que hay sentimientos universales y una sensibilidad universal te hace conocer el valor que tiene la música. Me gustaría pensar que lo mejor esta por venir”.
¿Ha habido algún momento en estos 10 años que lleva tocando en el que haya pensado “qué hago yo aquí”?
“Con respecto a la música no he tenido dudas nunca porque la música para mí era indispensable, era necesario. A veces me he sentido desubicado, como si me hubiera colado en una fiesta a la que no me hubieran invitado. Una sensación de vértigo en la que te das cuenta de que no sabes si cuando te subes a un escenario lo haces porque lo necesitas tú, porque te sientes a gusto o por la existencia de algo ajeno a ti. No hablo ya de la industria, hablo de todo en general, incluso del propio público, que te exige que te subas a un escenario y estés de puta madre siempre, y no siempre puede ser así. También la industria tiene unas contradicciones que me han hecho replantearme cosas. Finalmente la música sí te da esa repuesta; un poco de calma donde poder reflexionar y reparar en ciertos detalles en los que a veces el ritmo frenético que impone el sistema no te deja. Al agarrar la guitarra y ponerte a componer vuelves a encontrar tu sitio y a reordenar tus prioridades. Pero son crisis como las que tenemos todos en cualquier oficio en donde nos enfrentamos a las contradicciones que nos impone el modelo de sociedad donde vivimos, que a veces nos empuja a lugares donde no queremos ir”.
Y ahora que se ha consolidado musicalmente, ¿pasa por alguno de los garitos donde empezó a subirse a los escenarios como el Libertad 8, Galileo Galilei…?
“Sí, pero no tanto como me gustaría, fundamentalmente porque este año ha sido un año de viajes. Sí es interesante comprobar que esos lugares no existen solo en España sino también en parte de Latinoamérica. Hace poco estuve en El Rincón del Arte Nuevo viendo a un amigo paraguayo, Hugo Ferreira. Allí existe un movimiento de canción social y urbana con mucha gente joven que como aquí están intentando de encontrar una plataforma de difusión para dar a conocer su música. En Puerto Rico también están organizados en cooperativas, con talleres donde uno puede participar libremente. México está plagado de peñas donde se reúnen los cantautores y se intercambia música con muy buenos resultados. Pero sí, de vez en cuando me gusta ir a algunos sitios donde he tocado alguna vez y donde se puede apostar por la gente que apuesta por la palabra, los contenidos, por la realidad, que tiene la capacidad de emocionarse con lo que está en su entorno, dándole un tono poético. La putada es que algunos de esos garitos ya no existen”.
1 comentario:
Si, suerte del recuerdo del anillo...porque si un dia se que no le aman .. hago temblar al tiempo y a los dioses para arrebatar a este señor tan interesante....
Suerte que creo ser amada tambien que si me entero que no es asi ...me vuelvo Tolkien y escribo de nuevo esta historia de desencuentro.
Soy demasiado timida para conocerlo pero demasiado inteligente para olvidar que hay que admirarlo.
Cierto, cierto, cierto.
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