08 abril, 2008

Gustavo Bueno: "La paz no nos une, nos separa" (parte 1/2)

Ignacio G. y Carlos F.

Gustavo Bueno (Santa María de la Calzada, La Rioja, 1923) es como los buenos vinos de su tierra: cuanto más tiempo pasa madurando, más se valora. En España, este filósofo riojano, de sangre asturiana y de adopción andaluza, no ha sido valorado como lo ha sido en Alemania, donde se le considera el mejor filósofo del S.XX por encima incluso de filósofos alemanes.

Profesor emérito de la Universidad de Oviedo, ha sido duramente criticado tanto por la derecha como por la izquierda o izquierdas, como sostiene en “El mito de la izquierda”. Su último libro “Zapatero y el pensamiento Alicia” llegó a causar gran revuelo entre los socialistas, que le acusaron de haber dejado la filosofía pura para pasarse a la filosofía rosa.

Pero para Gustavo Bueno no hay nada que no se pueda discutir. A su edad octogenaria basa su pensamiento en una cultura enciclopédica, en una memoria prodigiosa y, sobre todo, en un mecanismo de razonamiento nada común.

Ahora, retirado momentáneamente en su casa de Sevilla, se dedica a ejercer el patronato de honor de la Fundación para la Defensa de la Nación Española y a terminar el sexto volumen de su Teoría del Cierre Categorial.

Francisco Umbral ha dicho de usted que es de los pocos pensadores serios que nos van quedando ¿Se siente el filósofo más importante de España?

Yo no me siento nada, ni siquiera me siento filósofo porque filósofos somos todos. Todo hombre es filósofo a partir de cierto nivel histórico. La filosofía surge del desarrollo de unas técnicas muy elaboradas, muy tardías. Grecia, por razones muy diversas y sobre todo por su posición dominante y privilegiada en el Mediterráneo, determinó una evolución muy conocida, y que dio lugar a la Geometría. Esta es la tesis que sostenemos los que nos apoyamos en el materialismo filosófico. De aquí surge Platón, con aquello que puso de “No entre aquí nadie que no sepa geometría”. También fue quien inventó el término “filosofía”, aunque aquí hay mucho que hablar…

Las ideas de la filosofía resultan de las realidades más cotidianas. Todo el mundo tiene su filosofía, pero eso no quiere decir que todos tengamos un mismo nivel de filosofía.

¿Y cómo influye esta filosofía en la cotidianeidad de la gente?

Generalmente, cada cual organiza sus ideas en relación a su propia filosofía. Hay una especie de retroalimentación. El común de los mortales no ha oído hablar de Aristóteles, de Kant, de Heggel… El público no lee la filosofía ni tampoco tiene acceso a ella. Contaré una anécdota. Hace ya varios años, cuando iba a la televisión a hablar de la filosofía, el realizador siempre me pedía que no hablara de Aristóteles, hasta que una vez le pregunté por qué. Me respondió que cada vez que lo hacía bajaba en doscientos mil la audiencia que nos veía (risas).

Es imposible que un individuo coja a Espinosa para dar respuesta a sus preguntas existenciales. El Pensamiento Alicia del que yo hablo encaja aquí perfectamente en relación a Zapatero. Zapatero no para de hablar de su filosofía.

¿En qué consiste esa filosofía?

La filosofía de Zapatero es la filosofía de Sanz del Río, que fue el que trajo a España a través de un panfleto suyo la I República. Pero seguramente Zapatero no sabe quién es este pensador, o como mucho le sonará; pero sin embargo aplica sus principios. Probablemente Zapatero “olfateó” o recibió de alguna manera la esencia de Sanz en León, donde estudió Zapatero, a través de los Azcárates, de los que cogió el simplismo. Esta filosofía del klausismo tiene su influencia no sólo en España, sino también en todo el mundo, porque ha recibido adhesiones como la de Kofi Annan o la de Moratinos.

¿Entonces no es una utopía?

La utopía, según un autor francés llamado Ramon Riller, es un género literario muy antiguo que consiste en describir una sociedad ideal pero sin darnos los caminos que nos conducen a ella. La utopía es un tipo de sociedad contradictoria. El Pensamiento Alicia ve una sociedad perfecta y evidente, y se lanza a ella sin ningún miedo ni temor. En el cuento Alicia se lanza contra el espejo sin mayores problemas. La verdad es que con este libro aparecieron muchas críticas, algunas totalmente alejadas de la realidad.

Usted establece un símil entre la II República y Caperucita y Franco y el lobo, afirmando que ni la República era tan ingenua como Caperucita ni Franco tan feroz como el lobo...

Aquella República fue solo una República de papel, de principios, de utopías… La República no tuvo nunca una implantación social real. Sólo fue un proyecto. Nunca se considerará una referencia histórica. Franco no se sublevó contra la República; de hecho las primeras Vivas de Mola fueron a esta. Hasta que llegaron los Carlistas, claro.

En relación al franquismo, lo principal que se dice de esta figura es la represión que ejerció durante la guerra, y sobre todo en la posguerra. Ahí no tenemos ninguna duda. Pero eso no es suficiente para determinar un juicio histórico. Supongamos que Franco pierde la guerra y los comunistas la ganan. España hubiera tenido una evolución tipo Bulgaria o Polonia, es decir, una República comunista, un satélite de la URSS.

La represión y los genocidios no se tuvieron en cuenta en la figura de Carlos Magno, y sin embargo fue y es el símbolo de Europa pese a ser más genocida que el propio Hitler. Pero nadie se acuerda de ello. A Franco le atribuyo lo que hizo el franquismo, no él. La situación de España en la República era auténticamente tercermundista. Una situación que llegó a su límite en el 36, donde las bombas y el terrorismo callejero eran tremendos. Una agitación continua consecuencia de la situación de España. Esa agitación debía solucionarse: bien al modo comunista, bien al modo de Franco. Franco puso una serie de directrices de tipo militar y una disciplina terrible, pero hizo otras cosas como negociar las bases militares con EEUU para forjar una alianza con los americanos justo cuando se preveía la derrota de los nazis. Se produjo todo un desarrollo absolutamente inédito que acabó por situar a España en aquellos años en el puesto 9º de países desarrollados del mundo. Gracias a aquello, vino lo demás. Es una visión objetiva de la realidad. Yo he sido de izquierdas toda mi vida.

Pasa lo mismo con la Iglesia. Yo era un luchador contra la Iglesia, porque la Iglesia que yo conocí era totalmente medieval. No se podía decir nada por escrito, había una opresión ideológica que te impedía ver qué había sido la Iglesia históricamente. Cuando la Iglesia abandonó el poder, por lo menos oficialmente, empecé a ver lo que siempre había visto: una Institución de una importancia histórica de primer orden a la cual no puedes simplemente tacharla de reaccionaria. Todo lo contrario.

Usted también ha reflexionado mucho acerca del término “cultura”. ¿Cree que, como dice Benedetti, los gobernantes tienen miedo a la cultura?

Yo no sé lo que es la cultura y creo que no lo sabe nadie. Intento dar una definición positiva en mi libro. Me inspiré en Edington, que probó las ideas de Einstein. En aquella época se discutía qué era la física. Él cortó por lo sano y dijo que “física es lo que se contiene en el tratado de física”. Yo me basé en esta definición y dije que es cultura todo aquello que cae bajo la jurisdicción del Ministerio del Cultura. Te encuentras cosas sorprendentes como que en el Ministerio de Cultura queda fuera el Ministerio de la Agricultura, a pesar de que la agricultura es origen de la cultura, o el Ministerio de Educación.

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