17 marzo, 2008


SEMANA SANTA, SEMANA DE PASIÓN (parte 2/3)




Como he dicho antes, y por riguroso orden, otra lectura posible en Semana Santa son las imágenes emocionantes. Estas imágenes son las del fervor, las de la pasión y la emoción. Aquí tienen cabida esas lágrimas derramadas por costaleros impotentes que ven como la lluvia, o la amenaza terrible de esta, desmonta las procesiones.


Y he aquí, en este punto, cuando viene la incomprensión de un servidor, ya que los telediarios empiezan a emitir testimonios de fieles que declaran aquello de “por qué siempre llueve en Semana Santa”.

Sin ser especialista en la materia, ni nada equivalente, se puede responder de forma fácil e incluso con tono irónico a tal profunda cuestión. Y es que existe una cosa, de la que nadie puede olvidarse, que se llama Naturaleza. Definida claramente como el principio universal de todas las operaciones naturales e independientes del artificio. Es decir, que la naturaleza es naturaleza sin tener en cuenta si es Semana Santa o si es la Feria de Cádi.


Haciendo el razonamiento más sencillo. Señores costaleros y señores fieles: llueve en Semana Santa porque es lo NORMAL y lo LÓGICO, no hay más. Entiendo el dolor y la frustración que pueda acarrear la suspensión de una procesión. Porque se derrumba todo el trabajo, todo el interés y toda la ilusión acumulada durante todo el año. Por eso, cuando desgraciadamente esto sucede, los fieles rompen a llorar y se refugian entre abrazos. Animándose unos a otros. En esas lágrimas y en esos sollozos se esconde la pasión con la que viven esta Semana Santa.

Y esa es la Semana Santa que da esplendor a tan antaña tradición. Se palpa la devoción a Cristo y a la Virgen María. El hecho de no poder pasearlos a hombros, con todos esos adornos tan bonitos y tan artesanos, supone tragedia espantosa. Pero siempre cabe pensar en el año que viene.


Por último, las imágenes confusas. Estas son las que ironizan la tradición, y las que confunden a la razón. Partimos de la suposición de que todo aquel que asiste a las procesiones lo hace de forma libre y voluntaria, exceptuando como he dicho anteriormente a los niños, que seguro que tienen cosas más divertidas que hacer. Suponemos también que aquel que pasa horas y horas de pie entre la multitud lo hace por creencia religiosa católica, ya que se conmemora la muerte de Cristo. Se presupone, eliminando a los curiosos y a los ingleses, que ya por estos tiempos rondan España con su camisa de flores, pantalón corto y calcetines blancos, en contraste con mejillas abrasadas por el sol, que el resto de personas se autodenominan como católicos, apostólicos, romanos, creyentes y practicantes. Lo cual ya me suscita preguntas. Por qué diablos esta creencia tiene tantos apellidos. O por qué aquel que es cristiano, apostólico y romano, además se dice que es creyente y practicante, ¿acaso eso de creer y practicar no va inmerso en el cristianismo en sí? No entiendo nada.

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