17 marzo, 2008


SEMANA SANTA, SEMANA DE PASIÓN (PARTE 1/3)


Vivimos en un mundo lleno de absurdos y lleno de cosas incomprensibles, vivimos en un país donde la apariencia es deporte nacional.
Semana Santa, semana de Pasión. Tiempo en el que todos salimos a la calle y hacemos interior la espiritualidad que el evento sugiere, y que el ambiente esparce por los alrededores. Es tiempo en el que los majestuosos pasos que evocan la vida de Cristo se abren hueco entre calles estrechas. Calles invadidas por una muchedumbre que rompe en aplausos con el tránsito de fieles costaleros, y que rompe en silencio al cántico de una honda y sentida saeta.


Existen muchas lecturas de tan arraigada tradición, depende de hacia dónde dirijas tu mirada. Puedes observar infinidad de cosas: imágenes tiernas, imágenes emocionantes e imágenes confusas. Empecemos por las primeras, sus protagonistas: los niños y niñas.
Es apasionante cómo viven estas fiestas los niños, o mejor dicho, es apasionante cómo viven los niños en general. Desde luego que son la envidia de todos nosotros, viendo cómo convierten todo en felicidad, sin preocupación alguna. Se tiende a decir que son felices porque no conocen la verdad, no conocen cómo está todo montado ni cuáles son las reglas de este mundo cada vez más loco. No es cierto. Los niños son felices porque creen en lo que hacen, sea o no sea verdad, pero creen. Ponen toda su ilusión en el presente, sin pensar en mañana, ni tan siquiera pensando en el ayer, tan solo en el hoy, y eso les da toda la fuerza y toda la ilusión para concentrarse en lo que viven en el momento. Por eso no entienden de agobios, no por otra cosa. Ellos conocen a la perfección el Carpe Diem de la vida.


La infantil Semana Santa, pese a los deseos agobiantes de los padres, no consiste en plantarse horas y horas esperando el paso de una multitud de nazarenos que anuncian la cercanía del Paso de rigor. Lloran y patalean sobremanera en casa cuando la atenta madre trata de poner las mejores galas al niño, no vaya a ser que se crucen con la vecina del cuarto y su niño vaya más guapo que el suyo. Eso sería un tremendo horror. Lloran y patalean porque cuando las ropas de domingo descansan y esperan encima de la colcha quiere decir que el niño va a aburrirse.


Tendrá que asistir de nuevo a una de esas citas a las que los papás no faltan año tras año, y que para el pequeño de la casa resulta ser un auténtico y soberano aburrimiento. Menos mal que estos niños se lo saben montar muy bien, y en seguida convierten una aburrida procesión en algo nuevo y divertido. Mientras sus padres observan atentos los pasos de Semana Santa, los niños preparan la estrategia para poder acercarse, evitando la regañina de turno de padre, a ese nazareno que les dará la cera que amenaza la vela de sus cirios, para depositarla sobre una bola de papel de aluminio preparada previamente desde la acera, donde reposa sentado, para que la fusión de ambos elementos cree una bola de cera increíblemente imposible, increíblemente maravillosa.

Y así un paso tras otro, formando diferentes formas y figuras, dejando las horas pasar hasta que a papá y a mamá se les hinchen los pies y quieran ir a tomar una cerveza a la tasca de Juan, con tapa incluida, claro.

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